“Triunfa quien fija con exactitud la meta ideal de su existencia.
Valora con la misma precisión sus fuerzas propias y ajenas que habrá de sumar a tal empeño.
A cada paso en esa dirección le imprimirá su alma.
Todo con la misma naturalidad con que el sol sin saberlo sale, para con su luz dar la vida, que llegado el caso, de igual modo quita.
Así:
El triunfador sabe que ha triunfado cuando de pronto se ve delante de las puertas, de acceso a deslumbrantes metas.
Ante cada una sin aceptar, da las gracias, sin sentir en modo alguno tentaciones.
Es el instante en que se sabe
está en la meta ideal de su existencia.
No actuar así y en su lugar hacerlo todo calculado, cual ordenador que todo fríamente ordena, se podrá alcanzar la fama y el éxito tocarse con el cuerpo y tal vez con otros cuerpos.
Pero el triunfo no.Pues el triunfo es a la honradez igual que la sombra a todo cuerpo; juntas anuncian la vida plena; separadas son señal de vida ausente. Es que el triunfo resulta incompatible con el claro o más sutil de todo oportunismo”.
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