“No le entregues jamás a tu enemigo
el arma letal de acorralarlo,
ni alimentes su rencor.
Nunca lo humilles,
supera su agresividad en positivo con ética elegancia.
Procura situarte en su lugar para entenderlo.
Siempre que encuentres razón y el valor te alcance, cede.
Haz tuya la ley
de que más vale llegar al peor de los arreglos
que ganar el mejor y más perfecto de los pleitos.
Mantén abierta la puerta de escape
que lo lleva al puente de plata que le espera.
Si aún así sigue enemigo, libera el torero que en ti vive,
que vence al toro por enfrentarlo con su inteligencia
frente a la fuerza bruta de la bestia.
Y graba este consejo de mi madre:
El pedacito de Dios
que vive en la conciencia
produce la paz que un átomo del Diablo puede quitarnos“.
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